A
continuación el texto
:”Las galerías del barrio de flores”, de Selva Almada.
Nunca llega la luz del
día. La iluminación es sucia, pobre, irreal. Las galerías del barrio de Flores
no son una invitación al consumo ni al paseo, pero de vez en cuando entro. Los
empleados de los locales siempre están fumando en la puerta y aunque están casi
pegados uno de otros, no se miran ni hablan entre ellos. Son vecinos
indiferentes, anestesiados. Como pasados de moda. Pienso en los empleados de
los shoppings: jóvenes, alegres, corriendo por los pasillos para ir al baño y
volver corriendo a su puesto de trabajo, llenos de energía, bien vestidos,
contagiados de la música que atraviesa los tres o cuatro pisos del edificio. Si
estos pudieran verlos, tal vez dirían: también fuimos modernos en los setenta,
pero todo pasa.
Afuera llueve y me
meto buscando refugio. Esta galería es enorme, tiene entrada por una calle y
salida por otra. Si no fuese por el ruido de la lluvia, creo que se podría oír
el sonido de mis pasos, de tan vacío que está todo: locales vacíos de clientes
y algunos locales directamente vaciados. Ni cartel de alquiler tienen. Me da un
poco de miedo tanto desierto, pero sigo adelante, subo escalones, doy vueltas,
me detengo en las vidrieras fingiendo interés. Podrían matarme y hacerme
desaparecer en el subsuelo. Este tipo de ideas se me cruzan por la mente,
mientras ni despego los ojos de la mercadería del escaparate ni me decido a
marcharme de allí lo más rápido posible.
En la parte inferior
de una de las vidrieras se reproduce una especie de terrario, de esos que
alguna vez todos hicimos en la escuela primaria. Sobre un piso verde, un pedazo
de alfombra de plástico que imita a un fresco prado y delante de una pequeña
pared pintada con arbolitos y plantas que no guardan la escala, corretea media
docena de hámsters: no tienen ruedita, van y vienen de un lado a otro como
locos maratonistas y cada tanto alguno se detiene y apoya su hociquito en el
vidrio, olisqueando. Quizá sueña con roer el vidrio y escaparse. Aunque sería
más efectivo que tomara envión y lo atravesara con su cuerpo, como esos perros
de circo que pasan por un aro de fuego. No debe ser más grande que una pelota
de tenis: quizás con el impulso suficiente lo conseguiría.
——————
—————— ——————
—————— ——————
——————
Me pareció oportuno
transcribir el texto completo, en primer lugar porque no lo encontré en
internet para linkearlo, y en segundo lugar porque fue el texto completo el que
me provocó escribir lo que voy a escribir ahora. Me produjo una suerte de enojo
el texto, no por cómo está escrito, ni por lo que dice en sí mismo, podría ser
un texto más en alguna revista que me pase completamente indiferente como
cualquiera de esos pequeños textos con los que me encuentro en casa, pero no lo
fue. No me pasó desapercibido por la idea que se presenta claramente antes de
que el primer párrafo se termine, la idea de que moderno y joven son palabras
que van de la mano, pero lo peor de todo es que cuando describe a los pibes que
laburan en los shoppings explotados en jornadas ridículas a cambió de una paga
que en la mayoría de los casos es miserable y sufriendo muchas veces el
maltrato de empleadores y clientes, por no mencionar que muchas veces las
mujeres que son empleadas se enfrentan con el machismo y la misoginia. Lo peor
es que todo eso queda disfrazado en la descripción que se hace de los empleados
como gente feliz y plena que desarrolla su trabajo sin ningún tipo de
preocupación a diferencia, de los otros. Esos que trabajan en una galería que
no es moderna, ellos que no son ya jóvenes y que son indiferentes y anestesiados.
A pesar de saber que
estas cuestiones se interiorizan y pasan indiferentes para nosotros muchas
veces, no deja de sorprenderme eso. Sobre todo porque nos impide reconocer que
seguramente allí donde todo el sistema parece funcionar de maravilla y la modernidad
y la industrialización consiguieron que nuestros problemas no sean la comida y
la subsistencia sino que película en el cine y esas cosas, allí donde miles de
luces nos señalan lo genial del progreso de la ciencia y la técnica nos
olvidamos de que el costo para todo eso es la infelicidad, la infelicidad de
miles de otros que trabajan siendo explotados y otros millones que directamente
quedaron excluidos del mundo y viven en la marginalidad del mundo para que
otros podamos enorgullecernos de las maravillas de los estados modernos. Eso es
un poco lo que me pasó al leer ese pequeño relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario