Hace algunos días escuché una entrevista que
le realizaron hace un año al presidente de la República Oriental del Uruguay en
la cual explicaba su concepción acerca de la revolución, el socialismo y como
gobernar un estado en el contexto de un mundo capitalista.
Varias declaraciones
de Mujica me sorprendieron, varias posturas que no esperaba escuchar de un
presidente que claramente tiene una postura de izquierda y sin embargo se
esgrimieron como argumentos casi en favor del mercado. Lo sorprendente es que
un hombre que perteneció a la izquierda revolucionaria de su país y que lucho
contra el golpe de estado diga las cosas que dice y justifique las medidas que
justifica siendo presidente.
Todo eso me quedó
dando vueltas en la cabeza junto con una sensación de desencanto acerca de
algunas cosas que pensaba sobre la izquierda como manera de encarar la vida y
el tiempo, sobre la militancia a lo largo de los años, sobre los ideales y la
revolución. Y me dí cuenta de que nada me provoca mas lastima y miedo que un
revolucionario derrotado, nada me provoca mas angustia en el sentido político
de la palabra que esas personas, ni el traidor, ni el aburguesado, ni el
fanático, ninguno de esos me provoca tantos sentimientos encontrados como el
revolucionario derrotado. Porque el revolucionario derrotado no se cansó de sus
ideales, ni prefirió cambiarlos por otros mas redituables, sino que sostiene
sus ideas pero se encuentran completamente cansados de pelear por ellas, no
están dispuestos a claudicar a las mismas y sin embargo están convencidos de
que son una utopía irrealizable porque su vida entera es un testimonio de ello,
durante toda su vida lo convencieron de que cada cosa que hizo resulto ser una
derrota, que no pudo acercarse ni un poco a su idea de un estado socialista.
Es comprensible que
después de estar 13 años en prisión cualquiera puede replantearse algunas
cosas, de hecho es valido que aun sin pasar por ese tipo de situaciones límite
uno modifique su manera de pensar las cosas y el mundo, el problema para mi
aparece cuando en vez de cambiarlas se las sostiene pero sin ninguna convicción
de que aquello se pueda realizar. Si uno se pone a pensar es algo realmente
triste el resignar los ideales de una vida por creer que el mundo no va a
cambiar de ninguna forma, que no podemos hacer nada y lo único que nos queda es
procurar hacer lo menos miserable posible la vida de los miserables, pensar que
solo podemos hacer que todo este un poco menos mal pero nunca bien. Porque era
eso lo que me producía escuchar a Mujica, el sentir como a través de su
experiencia yo podía sentir la tristeza profunda de haber comprobado que las
revoluciones no terminan bien.
En algún sentido fue
desolador, pero por otro me sirvió para pensar en los riegos que implica el
asumir la defensa de un ideal, de las consecuencias que uno debe asumir al
hacerlo, de las cosas que uno debe resignar para perseguir ese sueño, todo lo
que implica el asumirse a uno mismo como un revolucionario de izquierda, sin
dudas el mayor riesgo que se corre es el de quedarse sin esperanzas, Y creo que
no existe cosa mas terrible para alguien que el quedar completamente despojado de
las esperanzas que sostenían cada una de sus acciones.
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