Ignorando la parte material de la vida, la parte engañosa del cuento agita la mano en el aire sintiendo que es más liviana que nunca.
Se sienta en frente del espejo mientras su cara desdibujada hace muecas y el tiempo parece no pasar, detenido por capricho en ese aleatorio instante del día. Las agujas tensas y quietas en el reloj, la física y la matemática no importan ahora que el tiempo se escindió en ese rincón del mundo.
Sus ojos explotando en mil direcciones, queriendo captar todo el universo en un instante. Los movía en todas las direcciones posible arrastrado por el brillo del mundo nuevo y viejo. Sentado en donde estaba el mundo era completamente acogedor, la música que sonaba bajo, muy bajo, hacía bailar sus pesadas trompetas debajo de sus oído.
Sus manos sintiendo todo de a tramos, disfrutando el tacto de su propia piel y las texturas del mundo a su disposición. La percepción de cada poro, el contacto con el mundo exterior se le antojaba increíblemente placentero.
El mundo de fuera de su propia humanidad cobraba un sentido completamente diferente al resto del tiempo, todo era completamente más amigable y cercano. Sentía una absoluta empatía con su entorno, con los demás, con la vida misma.