Lo que hace atractiva a una historia no es lo que se cuenta, sino como se cuenta...

23 jun 2013

G

El goteo de una canilla que no cerraba bien se sentía persistente, el sonido venía de lejos pero se escuchaba nítido en la habitación. 
Una gota, luego otra, luego otra, luego otra, así hasta el cansancio.
Las luces todas prendidas en ese sólo lugar de la casa, una casa extraña que era de otros pero que ahora ocupaba él. Su cuerpo casi renegaba de aquel espacio, se agitaba pronunciándose en contra de sentirse tan extraño.
Y el sonido de fondo rasgando el silencio una vez y otra y otra y otra, así hasta el cansancio.
Cerrando los ojos intentó pensar en otras cosas, en otro lugar y escaparse de la irritación que le producía ese sonido que se repetía hasta la locura. Pensó en la universidad repleta de gente, en las clases que pasaban indistintas, recordó voces de gente que alguna vez quiso. Pero el sonido retornaba otra vez y se volvía todo su presente.
Se había pasado la mañana entera recorriendo el lugar, las habitaciones una por una, revolviendolo todo para sentirse más a gusto en aquel extraño lugar. Pero cuando llegó al baño de la plata alta y oyó por primera vez el goteo algo dentro de él supo que iba a ser imposible sentirse cómodo en esa vieja casa.
Pasó muchas horas intentando silenciar ese ruido, pero siempre que lograba que de alguna manera el agua dejase de salir a gotas pequeñas y estrellarse en el mármol hueco descubría que en algún otro lugar de la casa comenzaba a sonar algo, y al rato el agua encontraba la manera de escapar otra vez y volver a caer. Casi como si la casa quisiera gotear.
Desde el momento que desistió de cualquier intento de solucionar aquello hasta ahora todo había empeorado. Con la luz de día se habían ido las pocas esperanzas de que la casa era solamente un lugar vacío, en algún lugar el sabía que había algo más.
Parecía que el incesante caer del agua estaba allí para hacerle notar alguna cosa que aún no terminaba de comprender cual era, por eso el goteo continuaba, una vez y otra y otra y otra, así hasta el cansancio.
Sentado mirando hacia la ventana que no reflejaba casi nada de afuera intentando adivinar figuras entre los destellos que producían las farolas del jardín y procurando no perder la cabeza, el tiempo así pasó un tanto más rápido pero cuando volvió la cabeza para mirar el reloj en la pared se dio cuenta que solo había pasado un puñado de minutos y de que la noche jamás acabaría. Decidió que debía levantarse y caminar, si eso seguro que haría que el tiempo se escurriera, levantándose con los brazos colgándole resignados del cuerpo decidió moverse al azar por el gigantesco estudio. Cada tanto se detenía para contemplar algún detalle del mobiliario o de la habitación pero sabía que mirar el reloj estaba prohibido, por esa regla tácita y universal que todo el mundo conocía, si uno mira el reloj el tiempo no transcurre. Casi como si las agujas sólo pudieran moverse cuando nadie las observa fijamente.
Él ya se encontraba un tanto agitado, había memorizado la cantidad de muebles en la habitación, su ubicación y además la cantidad de vértices que tenía el gigantesco ventanal. Por todo eso decidió que era oportuno mirar hacia el reloj, recordaba que cerca de la medianoche comenzó a andar, cuando sus ojos se posaron sobre el cristal que resguardaba a las agujas del mundo vio que sólo había pasado poco más de una hora. Junto con la desesperación que eso le produjo sobrevino otra vez en goteo casi como amplificado pero igual de regular, una vez, luego otra, luego otra, luego otra, así hasta el cansancio.
Ya no se sentía capaz de pensar claro, el mundo se tornó un lugar hostil. Sentía miedo de existir, de moverse, de ese lugar, del goteo implacable  de todo lo que le rodeaba. Las agujas del reloj estáticas casi como desafiando al normal funcionamiento del mundo parecían jugarle una mala pasada a él. Corrió hacia el sillón y le dio la espalda al ventanal, ahora estaba frente a la puerta abierta hacia la oscuridad del resto de la casa, del otro lado el agua escurriendo, la locura.
Una idea se formó es su cabeza, la de un perseguidor que lo acechaba implacable. Todo cobro un nuevo sentido, ya sabía de que se trataba aquel sonido, no era un goteo como creyó en un principio eso no podía ser porque el sabía que la puerta del baño estaba cerrada y que la habitación donde el se encontraba estaba de otro lado de la casa y por lo tanto era imposible que el pudiese escuchar aque sonido con tal nitidez. Era otra cosa, algo o alguien estaba acercándose, podía escuchar como el sonido se volvía más y más claro, ya no tenía dudas venían a por el y ya nada podía evitarlo. 
Una vez, y otra y otra el sonido se acercaba y parecía que ya casi entraba en la habitación. Mirando el hueco negro de la puerta, sin desprender los ojos de ahí intento alejarse lo más posible de la puerta. Hacia atrás, un poco más, sentía el sudor cayendo por su espalda, no podía levantarse de donde estaba, no le alcanzaban las fuerzas y tampoco tenía a donde escapar. Sintió un crujido a su espalda, pero lo ignoro porque el ruido era cada vez más intenso y parecía haber aumentado en ritmo, como si el perseguidor corriera ahora a su encuentro. Cerca, más cerca, ya no podía dudarlo y estaba seguro de que lo iban a atrapar. 
El crujido a su espalda, delante de el los pasos acelerados del perseguidor, estaba completamente aterrado sus piernas lo empujaron lejos, más lejos de la puerta y el vidrio a su espalda cedió al fin.
Todo en la casa estaba en silencio, ni el viento soplaba aquella noche, todo en la casa estaba en silencio salvo por aquel goteo.
Una vez, y otra y otra y otra, así hasta el cansancio.