Cortó y de la herida brotó uniforme la sangre, así de particular como es la sangre cuando está tibia con eso que tiene de mágico cuando aparece. Es difícil entender esto de la sangre, la belleza de su color lo uniforme que parece siempre pero el lo comprendía perfectamente y por eso sonrió al ver aquel hilo rojo escurrir por su mano llegar a su dedo y comenzar a gotear en el recipiente, la sangre es vida sencillamente lo es, sin ella no podría siquiera haber pensado en hacer lo que estaba haciendo.
Mientras la sangre continuaba saliendo el miró hacia el horizonte, casi con nostalgia aunque no sea nostalgia lo que sentía realmente. Le era difícil describirlo porque sabía que ese horizonte, el de su niñez sentado por encima del río leyendo bajo el sol, el de su adolescencia hormonal buscando la sombras con su compañera de turno, el de la juventud que lo encontraba con aires de filosofo pensando metafisicamente. Ese horizonte le devolvía la mirada siempre, siempre sonriente y llamando para que mañana volviese a encontrarse con el.
El recipiente debajo de su mano casi se encontraba lleno y el se sentía hecho de plomo, con la mano sana cerro el recipiente cuando intentó moverlo descubrió que las fuerzas no le alcanzaban para hacer aquello. Una lagrima de impotencia le broto de uno de sus ojos mientras en vano intentaba levantarse pero cuando desistió lo invadió la calma y entendió que no faltaba demasiado para que todo se terminara. No se encontraba triste solamente le molestaba el orgullo, sería su final y no le gustaba la idea de morir sin tener la razón aunque de todas maneras se había salido con la suya.
Los médicos necesitaban antes del fin del día sangre porque ella moría y no podían reponer la sangre que había perdido en la operación porque los donantes eran escasos últimamente. El al enterarse de esto se ofreció a donar su sangre porque sabía que eran compatibles, hasta en eso lo eran.
Esa mañana cuando se presentó en el Hospital y mientras le hacían algunos chequeos de rutina descubrieron que el no podría dar de su sangre porque su corazón no producía la suficiente como para reponer la cantidad que debían extraerle, el se insistió en que de todas maneras lo intentaran pero le respondieron que no podían arriesgar su vida siendo una persona sana. Les rogó de rodillas que lo hicieran de todas maneras pero ellos no iban a escucharlo y le pidieron que regrese a casa. Devastado se iba de aquel lugar cuando recordó que había llevado algo para ella.
Golpeó la puerta y entró a su habitación, solo se encontraba ella sentada en la genérica cama de ese impersonal lugar mirando hacia el cielo y tarareando alegre. Al verlo le tendió sus brazos y los enredó en el cuello de El mientras a su oído susurraba una frase de la canción que cantaba. El la estrechó a su pecho como siempre hacía cuando la abrazaba y sonriendo por la frase que ella le regaló la beso mientras dentro suyo contenía el dolor de saber que no podía hacer nada por ella.
-Sabés que?-. Le dijo ella cuando el se sentó frente a ella y le sostuvo la mano. -No se si te amo, realmente no lo se. Pero eso no me importa, porque estoy segura de que solamente con vos me siento así-.
El la miró como siempre la miraba primero a los ojos y después sus labios, se tomó unos segundos de aquel maravilloso silencio y le dijo- Yo también. Pero de amor y esa clase de cosas no es bueno hablar, siempre lo dijimos. Para que cambiar tu nombre por amor si de tu nombre me enamore, no?-. Ella sonrió, como casi siempre pasaba con El, no sabía hasta que punto el comprendía todas las cosas que salían de su propia boca. Pero siempre sabía que decirle para hacerla sonreír y para que sintiera que nadie la entendería como el, nadie.
-Tengo algo que darte- dijo El mientras sacaba de su bolsillo un papel garabateado con su letra desprolija y un chocolate. -Solo tenés que prometerme que lo vas a leer después de que yo me vaya, necesito que hagas eso- Ella asintió y luego lo trajo hacia sí y le dio el beso mas tierno que El recordara.
Al despedirse los dos sabían que esa era la ultima vez que estarían juntos, esas sensaciones que nadie puede describir pero sin embargo existen. Los labios de ella no podían decir adiós porque sabía que si lo hacía no lo volvería a ver jamas, pero la seguridad de que nunca lo perdería porque una parte de el estaba en su alma le robaba una sonrisa a pesar de su desconsuelo. El no quería que esta fuera la ultima vez que los ojos de Ella lo miraran, la sola idea de aquello lo hacía temblar. Pero se sentía completamente seguro de lo que había decidido hacer después de haber visto que no podría soportar la idea de que Ella no estuviese mas, a pesar de que la llevaba consigo siempre, El NECESITABA que ella siguiera viviendo.
-En mi cabeza siempre va a sonar tu canción nena-.
-Que sin tu melodía no hubiera tenido sentido-.
-Buena suerte y mas que suerte entonces- Ella sonrió y le regalo una lagrima para que las manos de El secaran. Un beso y fue hacia la puerta y mas allá el resto del mundo que ya no importaba.
El sol a su espalda se iba a otro lado con su luz, mientras El miraba el reloj en su muñeca y sonreía. Seguramente estaría por llegar alguno de los que El había llamado para asegurarse de que la sangre llegue a Ella.
Una sonrisa, el sonido de pasos, una lagrima, la música de Ella retumbando en sus oídos y eso fue todo.
Ella supo con seguridad lo que haría El desde el momento en que lo beso esa mañana por primera vez, pero así como sabía lo que haría sabía también que nada podría cambiar lo que iba a pasar. Por eso es que las lagrimas no se precipitaron hasta que el abandono la habitación, quería regalarle a El todo el esplendor de sus ojos, el mejor destello que tuvieran.
Y cuando el sol estaba muriendo Ella supo que El había dejado de respirar y no sabía porque pero también sabía que ella viviría gracias a eso.
-No creo que sea amor aunque se perece demasiado y sin embargo es único porque es nuestro- dijo sin quitar los ojos del papel.-Nunca nos importó el mañana, pero hoy no quiero que llegué nene-.
Rompió a llorar hasta dormirse, pero cuando despertó, junto con el vacío que sentía en su alma encontró el calor de su pecho dentro de ella. Miró la hoja garabateada que no había querido leer y supo que era el momento de hacerlo. Cuando la abrió solo una frase encontró.
Nadie Como Vos Para Entender Mi Locura.