Lo que hace atractiva a una historia no es lo que se cuenta, sino como se cuenta...

11 dic 2013

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Tengo esta sensación que me aprieta las entrañas en el más figurado de los sentidos porque, después de todo, nada me pasa realmente en el cuerpo y si lo hace realmente, no lo percibo. La sensación que me atormenta es la de sentir que un mano invisible me estruja adentro, entre el pecho y el bajo vientre. 
Caigo en la cuenta de que debe ser que hace rato que no garabateo palabras o es que a lo mejor hace mucho que el sexo es algo puramente autocomplaciente en la cotidianidad de mi vida. Lo seguro es que no es de manera manifiesta una necesidad de reivindicarme en un otro que me ame, porque los otros en linea general me producen una nada inconfundible. Es como si fuesen personajes de una ficción burda, de esas telenovelas refritas que se suceden siempre en la televisión.
No, por los otros no es. O si, puede que sea solamente una cuestión que es por los otros y esta nada entonces es el más patético intento de desmentir lo evidente para no angustiarme. Pero tampoco puedo estar seguro de eso, ni de esto mismo que digo. Durante varios días seguidos no leo nada de nada, y cuando de pronto lo hago me encuentro deseando ser otro en otro lugar y tiempo porque los que me tocaron en suerte me resultan grises y vacíos, estériles y estúpidos tanta veces que me alegra no comprometerme demasiado con nada o, mejor dicho, no estar demasiado cerca de eso que pasa a mi alrededor.
La mano afloja un tanto como tomando impulso para estrujar despiadadamente la próxima vez que arremeta pero por ahora estoy a salvo.
Me distrae el mundo tal y como es, maravillosamente inconciliable es toda la realidad tal y como se me presenta. Sin embargo no se si creer del todo en todo lo que pasa, en parte por creer que nada es tal y como se ve, en parte por no saber que hacer con lo que pasa. Quisiera poder acariciar un rostro sin que mil relámpagos me azoten la subjetividad y cientos de preguntas invadan, quisiera no sentirme interpelado por cada cosa que existe por un rato para hacer lo que se me de la gana. Por algunos años, no más. 
Es como si la certeza de que la sociedad esta haciendo todo mal se presentara cada vez, y la mejor salida a todo eso fuera que me declarasen no apto, loco, imbécil, inútil socialmente. Después de todo, no esta tan mal estar mal según ellos.
La mano ya no aprieta, pero siento enormes ganas de vomitar durante horas. Vomitar como protesta inútil frente a la frustración que me produce la lógica de lo productivo, escupo cuando escribo, la lógica imbécil del imbécil hombre que imagino una sociedad donde todo sirviese para algo. Todo debe cumplir una función, sevir de algo y mientras tanto arrancamos las flores riéndonos de eso. 
¿Que sucede entonces cuando yo no tengo ganas en lo absoluto de servir para algo? Ocurre que estoy mal y debería replantear que quiero hacer con mi vida.
NADA, nada quiero hacer(ya la palabra misma me obliga a decir lo que no quiero) digo que no quiero hacer, ni producir, ni valer, ni nada. Quiero solamente existir y que no me invada la incertidumbre podrida de que el tiempo se me pierde siempre y cuando no lo capitalice en algo que me sirva. De todas maneras no entiendo del todo como es que me va a servir el día que todo se vaya al carajo saber que los castores no son una especie nativa del país, porque juro que la vez que los vi lo único que me pasó fue el sentirme mal mientras esos animales iban y venían haciendo lo que querían y yo tenía que estar pendiente del reloj para que el bondi no se fuera y me olvidara en la mitad de la nada, al sur de todo.
Me estoy aburriendo demasiado con el capitalismo, y como me aburro pienso y como pienso escribo ridiculeces y como escribo ridiculeces no duermo y así. Todos los días así.
De todas maneras y a pesar de todo esto mañana me voy a subir al colectivo, pedir el medio boleto para no tener que gastar tanta plata, me voy a sentar en el asiento del colectivo con la música fuerte y me voy a bajar una hora después convencido de que no todo es tan horrible como parece algunas noche, porque al fin y al cabo podría estar peor, como esa gente que vive feliz siempre.

Forzar

A veces sentía el impulso de conseguir un arma, despojarse de todas esas cosas que le molestaban de si mismo y jalar el gatillo, ¡Bum!. En parte para saber que pasaba después, en parte porque quizás ya lo sabía desde antes.
Disfrutaba a veces del sol, no demasiado, por eso es que prefería las tardes cuando todo quedaba en penumbras irremediablemente, pero siempre despacio y con calma.
Tenia las manos frías después de haber lavado no recordaba bien que cosa, pero le sorprendía aquello de sentir sus manos como en otoño.
La mañana era completamente corriente, el sol, el viento, la humedad, el calor que llegaba y se instalaba, las cosas por hacer que no haría tampoco hoy, ni mañana.
De a ratos piensa en algunas cosas que le gustarían, un beso, un pasaje hacia otro lugar, poder estar solo y lejos un tiempo. Las cosas no funcionan como queremos a veces ( o casi nunca) y eso el lo sabía bien, muy bien. Pero no le preocupaba demasiado, porque sabía también que algo se podía hacer con eso.
O al menos intentarlo.